Me encantan los microrrelatos (o relatos breves, cuentos cortos...). Bueno, me encanta leer, es mi afición. Y los relatos breves son sorprendentes, porque lo lees en un santiamén, pero siempre vuelves a leerlos dos, tres veces... despacito, palabra por palabra, hasta hacerlos tuyos.
Un botón de muestra:
La Oveja negra (Augusto Monterroso)
En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra.
Fue fusilada.
Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.
Así, en los sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.
EL ESPEJO QUE NO PODÍA DORMIR (Augusto Monterroso)
Había una vez un espejo de mano que cuando se quedaba solo y nadie se veía en él se sentía de lo peor, como que no existía, y quizá tenía razón; pero los otros espejos se burlaban de él, y cuando por las noches los guardaban en el mismo cajón del tocador dormían a pierna suelta satisfechos, ajenos a la preocupación del neurótico.
jueves, 13 de marzo de 2008
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